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familias afectadas por las inundaciones del niño costero. Foto: El trome 

Gestión del territorio es clave: Los desastres NO son naturales

"Hemos perdido casi el 2% de nuestro PBI, y lo que no tiene costo, es que hoy aún lloran muchas víctimas a sus muertos y desaparecidos por la incidencia del fenómeno del niño costero, por las pocas medidas de prevención y reducción del riesgo que ha dado el Estado (en sus tres niveles de gobierno) como responsable de la gestión pública".

Erika Cienfuegos S.

Publicado: 2017-06-01


Periodistas de medios nacionales hasta internacionales, estudiosos, filósofos y aficionados al tema, recurrentemente mencionan en sus apreciaciones, comentarios y notas, el término “desastres naturales”, lo cual es erróneo y discrepo totalmente.

Es importante partir por conocer el trasfondo conceptual para dejar de satanizar a la naturaleza. La tierra es un ser vivo y como tal, tiene su propia dinámica y se manifiesta a través de fenómenos naturales. Los fenómenos naturales pueden ser: sismos, huaycos, inundaciones, tsunamis, erupciones volcánicas, fenómenos del niño, entre otras. Asimismo, existen los fenómenos antrópicos, llamados así por que interviene la mano del hombre para que ocurran, como son los incendios urbanos, la contaminación ambiental, derrame de sustancias tóxicas, etc. Pero para este caso, nos abocaremos a los desastres derivados de fenómenos naturales, los mismos que ocurren en un territorio determinado y en un periodo de tiempo determinado. En relación al territorio, este podría ser habitado, como no habitado.

Haber, que pasa si un fuerte sismo ocurre en un desierto, diremos que hubo un gran desastre?, NO, verdad. Por lo tanto, para que se materialice y se clasifique como “desastre” tendría que cumplirse las siguientes condiciones: presencia de un fenómeno, más condiciones de vulnerabilidad. Cabe precisar que la vulnerabilidad es una condición netamente social (construcción humana). En ese sentido, siguiendo el ejemplo citado en este párrafo, diremos que si en un desierto ocurre un fuerte sismo, no pasa nada, la naturaleza está adaptada para soportarlo; empero, si en algún lugar de ese desierto existiera un pueblo con 50 familias, allí si tendríamos problemas, ya que estas familias se verían afectadas en su salud, vivienda, actividades económicas o medios de vida, entre otras.

En esa línea, no podemos continuar llamando a los “desastres” como “desastres naturales”, ya que la condición social es la que determina el impacto y magnitud de dichos desastres y es injusto culpar o asociar a la naturaleza como causante de nuestras desavenencias, considerando que un desastre deviene básicamente, por la poca capacidad de adaptación y desconocimiento de nuestro territorio.

Cuando una población se ubica en determinado espacio geográfico, ya estaban incluso antes que nosotros los ríos, las montañas, los volcanes, el mar, etc.; por ende es nuestro deber reconocer su presencia, adaptarnos a su dinámica, respetar los límites que la misma naturaleza marca y sobre esta base, construir y desarrollar las urbes. A ello se denomina gestión del territorio, que parte del conocimiento del escenario geográfico para asignar zonas como habitables o no habitables, sectores de desarrollo o ampliación urbana, sectores para el desarrollo productivo, zona de protección natural, etc. Lamentablemente, este trabajo ninguna autoridad en nuestro querido Perú lo hizo. La gestión territorial es la última rueda del coche en la gestión pública, cuando es la piedra angular para generar procesos de desarrollo sostenibles.

No puede haber gestión de los riesgos frente a desastres sin gestión territorial, y al parecer así se entendió cuando se afirmó en el Acuerdo Nacional y se declaró de interés nacional la Política N° 32 y 34, la primera referida a la gestión del riesgo de desastres y la segunda, a la gestión y ordenamiento territorial. Sin embargo, parece ser que esta concepción sinérgica no es entendida por muchas autoridades de nuestro país.

Hemos perdido casi el 2% de nuestro PBI, y lo que no tiene costo, es que hoy aún lloran muchas víctimas a sus muertos y desaparecidos por la incidencia del fenómeno del niño costero, por las pocas medidas de prevención y reducción del riesgo que ha dado el Estado (en sus tres niveles de gobierno) como responsable de la gestión pública.

Por eso y muchos motivos más, no podemos seguir victimizándonos y culpando a la naturaleza de los desastres, no podemos permitir la negligencia con que muchos políticos manejan y gestionan el territorio. NO podemos seguir viviendo en la inercia y el irrespeto por los límites de la naturaleza. Queremos reconstrucción con cambios, si; pero sin sesgos capitalistas. Queremos un país que sea capaz de comunicarse con todas las fuerzas para ser una sola fuerza y democratizar la gestión del riesgo de desastres. Recordemos que los más afectados, siempre son los más pobres y en ese grupo hay niños/as, adultos mayores que necesitan de nosotros una gestión transparente, transversal, justa y sobre todo igualitaria.


Escrito por

Erika Cienfuegos

Comunicadora social, Maestrista en Gerencia de Proyectos Sociales, especialista en gestión de riesgos y CC en el marco del desarrollo.


Publicado en

Wuaytarayka

Espacio dedicado a brindar información y reflexiones sobre la gestión del riesgo de desastres, género y cambio climático en el Perú.